Una serie de comentarios de texto de la época de Arte y Letras en la UCA de Managua, para la clase de Cátedra Rubén Darío.
LA HISTORIA EN LA NIÑA BLANCA Y LOS
PÁJAROS SIN PIES DE ROSARIO AGUILAR, VINO DE CARNE Y HIERRO DE LIZANDRO CHAVEZ
ALFARO Y REINA DE COROZADORES DE ALEJANDRO BRAVO
INTRODUCCION
La relación
entre historia y literatura da como resultado la narración histórica que se
caracteriza por la convivencia de personajes históricos con personajes
ficticios.
Según Hayden
Whiten (Metahistoria, 1992)
los textos históricos no son totalmente objetivos ya que pasan por el tamiz de
la subjetividad del historiador, lo que acarrea consigo la dificultad de
separar, en una novela histórica, lo real de lo ficticio.
La ausencia o
presencia de exactitud documental en una novela histórica, es totalmente
irrelevante, puesto que es más importante la construcción formal que los datos
individuales que ella pueda contener.
En
Hispanoamérica las novelas históricas comienzan a escribirse a partir del siglo
XIX, la primera que se conoce es Jicotencal del año de 1826.
En
general, la temática abordada en este tipo de narrativa, ha sido la sociedad
colonial, la vida republicana y la del dictador de finales de siglo pasado y comienzos del actual. Estas obras han estado apoyadas en una
profusa documentación: las crónicas virreinales, los relatos periodísticos, los
libros de viajes o las crónicas.
Ya en el siglo
XX y sobre todo después del ingreso de la novela hispanoamericana a un contexto
más universal, destacan novelistas como Augusto Rosa Bastos con “Yo el supremo” (1974); Fernando del Paso con
“Noticias del Imperio” (1987) o Gabriel García Márquez con “El general en su laberinto” (1989). Sin embargo, el mejor y mayor novelista
histórico es Alejo Carpentier quien inició el renovado interés por este tipo de
novelas, confiriéndoles nuevas posibilidades y con gran alcance
imaginativo. Entre sus obras destacan “El reino de este mundo” (1953); “El caso” (1956); “El arpa y la sombra” (1979), entre otras.
ROSARIO AGUILAR. “LA NIÑA BLANCA
Y LOS PAJAROS SIN PIES”: una novela histórica en clave femenina.
El diseño de
una novela comprende la acción, que es la que excita la curiosidad del lector;
la trama, en la que se relaciona a un
acontecimiento con otro y el diseño propiamente dicho que es el aspecto
estético de la misma (Anderson
Imbert, 1974: 151).
En “La niña blanca y los pájaros sin pies” de
Rosario Aguilar (1938) el diseño presenta a la novela dividida en once partes,
de las cuales cinco corresponden a los intermedios y al epílogo que refieren la
vida de una periodista ubicada en la
Nicaragua de finales del siglo XX y que a su vez cumplen la función de hilo
conductor para los otros seis capítulos
que relatan la vida de seis mujeres del siglo XVI: doña Isabel, doña Luisa; doña Leonor, doña maría, doña Beatriz
y doña Ana.
Cada uno de
estos relatos es independiente el uno del otro, aunque Doña Isabel y Doña María,
Doña Luisa y Doña Leonor de alguna
manera se vinculan por ser madres e hijas.
Esto lleva a la autora a presentar una trama y una acción diferentes en
cada una de las partes, las que a su vez
conservan subdivisiones específicas. Así mismo, el punto de vista del narrador
cambia de omniciente a protagonista ofreciéndonos diversos enfoques de la
realidad.
En Doña Isabel
aparece un narrador omniciente que hace una narración paralela situando al
personaje en dos tiempos y espacios diferentes: Doña Isabel cuya actualidad la
vive en Nicaragua, recuerda su llegada por primera vez a las Indias
occidentales, donde su marido se desempeñaba como gobernador de Castillo del
Oro.
En Doña Luisa
hay un cambio del punto de vista del narrador que pasa de ser protagonista,
hablando en primera persona, a narrador omniciente. El narrador protagonista permite al lector
estar más cerca de la subjetividad del personaje. El narrador omniciente, en cambio, ofrece una
perspectiva más amplia de los acontecimientos porque toma distancia del
personaje y narra todo lo que sucede más allá del personaje. Así, al final de este capítulo el narrador
omniciente cuenta de una forma más objetiva la muerte de Doña Luisa y su
regreso a la cultura de sus ancestros.
Doña Luisa reconoce “Soy negra
pero hermosa” (Nigra sum sed
Formosa) enfatizando la validez de su
negritud.
En Doña
Beatriz la autora juega con el tiempo, la trama comienza cuando la protagonista
desea morir y el narrador debe de trasladarse al pasado buscando las causas de
ese deseo.
En Doña Ana se
da un cambio del lenguaje formal del narrador para uno más coloquial en el que
se percibe el tono conversacional del habla coloquial nicaragüense. Doña Ana habla del maíz, de las piedras de
moler, de las tortillas, de los nísperos.
Los
intermedios y el epílogo son protagonizados por una periodista de la época
moderna que narra con el estilo de crónica, en primera persona sus experiencias
con un periodista español del que está
enamorada. Ella experimenta los mismos
sentimientos que las mujeres del siglo XVI, hecho que se aprecia con más
claridad porque el desarrollo de la historia de la periodista se da de forma
paralela a la del resto de mujeres.
En el segundo
intermedio el lector presencia el desdoblamiento interior de la novela que
refleja el proceso de creación de la misma novela, aludiendo a las dificultades
que tiene con la creación de sus personajes.
Este recurso metaficcional que trata de hacer partícipe al lector del fenómeno
estético desde su génesis, aparece en la
literatura hispanoamericana en novelas como “La tía Julia y el escribidor” de Mario Vargas Llosa.
Valiéndose de
la intertextualidad Aguilar logra
parodiar y subvertir el discurso autorizado de
los cronistas de Indias (Palacios,
s.f.:10) Por otro lado, la presencia
de los textos de cronistas de la época dotan de verosimilitud a la obra y le otorgan el espacio de libertad
que le permite dotar de voz a las mujeres del siglo XVI, quienes, como
personajes históricos, se han enfrentado con la omisión de los historiadores
que han dado una tratamiento preferencial a las hazañas masculinas en las que
el personaje femenino es solo una referencia.
Esto da pie a
que Rosario Aguilar recree no la oficialidad de los personajes históricos
femeninos, sino más bien un ámbito más íntimo, sus deseos, sus pasiones, sus
amores, sus frustraciones.
Ofrece también
la voz de las vencidas, quienes a pesar de tal condición experimentan el
sentimiento de haber sido utilizadas por los hombres que han amado, tal y como
las mujeres peninsulares.
Estos
personajes femeninos son abordados desde la perspectiva del enfoque de género
que enfatiza mayormente el aspecto intuitivo y sensorial de la mujer, frente a
la esquemática racionalidad masculina.
Por ello es que integra al personaje de Doña Luisa los elementos de la
culturan indígena cuando Pedro de Alvarado se casa con Francisca de la Cueva y
Doña Luisa no desea que Francisca llegue a Guatemala. Doña Luisa pide ayuda a los brujos de su
pueblo y Francisca muere en Panamá de peste.
Frente a estas
mujeres del siglo XVI se yergue como antítesis de ellas la periodista del siglo
XX, cuya vida ya no está determinada por el amor de un hombre, sino por sus
propias motivaciones personales. Una
mujer que es ella misma y que por lo tanto ha
superado la etapa de la utilización.
La narración histórica en la diversidad policultural de VINO DE CARNE Y HIERRO de Lizandro Chávez Alfaro.
Liazandro
Chávez Alfaro (Bluefields, 1929 - Managua, 2006) se identifica con “la gran narración histórica de la nueva
novela hispanoamericana” (Fuentes,
1992: 42), por ello presenta en “Vino
de carne y hierro” una serie de narraciones históricas que expresan el afán
de “re-inventar el pasado en cada momento
para que no se nos fosilice entre las manos” (Idem).
Considerando a
Hispanoamérica como una constelación indo-afro-iberoamericana (Chávez Alfaro, S.P.I.: 7) ,
el autor escribe sobre la india Malinche, miembro de la nobleza de uno de los
principales grupos étnicos del México precortesiano; lo mismo que sobre
Mistalín Crístober, el misquito que en el siglo XIX viaja a Inglaterra a
impugnar la adhesión de la costa Caribe de Nicaragua a las autoridades del
Pacífico español o sobre Antonio Padilla un capitán mulato que solo reconoce la
autoridad de Dios y de su majestad el rey.
De esta forma, Chávez reconoce la diversidad cultural del continente y
re-inventa el pasado dándole cabida a lo irracional, lo ambiguo y
contradictorio que define la identidad del mesoamericanismo.
Según Amelia
Mondragón (1989: 293),
Chávez Alfaro es el primer narrador centroamericano que se inscribe en la
modernidad literaria con su novela “Trágame
tierra” (1967). Es por eso que en “Vino de carne y hierro”, el lector se
encuentra desde el principio con la densidad propia de un narrador contemporáneo que le brinda un
espacio de apertura para que él también participe de la obra. Esto
contribuye a que la propuesta estética de Lizandro Chávez se vaya tornando
compleja por los recursos narrativos que utiliza.
De la
colección de cuentos de “Vino de carne y
hierro” se pretende analizar “Bufa de
cuchilleros” por la acidez de su tono provocativo.
Vale la pena
destacar que la génesis de este cuento
se encuentra en la fotografía de Darío a punto de expirar, esto necesariamente
remite al oficio de publicista del autor, para quien una imagen es decisiva en
la formación de una opinión o de un estado de ánimo.
Para estudiar “Bufa de cuchilleros” es necesario
partir de la estructura del cuento que se puede dividir en tres partes: en la
primera aparece el protagonista en un estado de delirio previo al sueño,
esquivando las imágenes infructuosamente.
La segunda parte introduce al lector en la irracionalidad onírica en
donde el elemento grotesco le confiere al sueño connotaciones de pesadilla de
la que el protagonista desea salir de prisa.
En la tercera parte el poeta sale del sueño para comprobar que en la
realidad de su agonía aparecen los mismos personajes de sus sueños: el
fotógrafo, Sagrario, el médico y Aníbal.
La presencia
de los personajes de la irracionalidad onírica en la realidad, aparentemente
racional, revelan la coincidencia de Lizandro Chávez Alfaro con Milán Kundera (1987: 21) quien
considera que en el mundo moderno impera
la irracionalidad que hace de la novela relativa y ambigua. Misma ambigüedad y contradicción reconocida
por Carlos Fuentes (Chávez
Alfaro: op. cit.: 4) en la novela hispanoamericana como reflejo de la
realidad mestiza, policultural de nuestro continente.
El autor no
expresa explícitamente el nombre del personaje histórico a quien alude en su
cuento. Desde el inicio va ofreciendo
pistas que conducen a pensar en Rubén Darío como protagonista de “Bufa
de cuchilleros”, así se refiere a “Himnos”, “Sones”, al “mal de soñar” frase
tomada del poema de Darío “Pasa y olvida”:
“… y soñar es un mal
pasa y
olvida…”
El nombre de Rosario
Murillo es cambiado por el de Sagrario y el poeta recuerda las calles de París,
sitio en el que ha vivido en otro tiempo.
Estos
procedimientos literarios alejan
definitivamente a Lizandro Chávez de la mediocridad de la literatura
comercial, pero sobre todo exigen que el lector abandone la postura tradicional
y sea sujeto activo del fenómeno literario del que también forma parte.
La afirmación
de que solo es posible encontrar amores lúcidos y muertes dignas únicamente en
el ámbito del arte, ponen de manifiesto el valor que Chávez Alfaro da a sus
actos literarios, lo que lo conduce a dar lo mejor de si en cada uno de
ello. Y es precisamente lo que el autor
nos entrega en “Vino de carne y hierro”,
una visión de lo diverso en una propuesta estética moderna.
La desmitificación de la crónica en EL
CRONISTA de Alejandro Bravo
Alejandro
Bravo (Granada, 1953), en su cuento “El
cronista” cuestiona la validez de las crónicas, consideradas en el ámbito
histórico cultural como la piedra angular para comprender el desarrollo de las
pueblos hispanoamericanos.
Para esto, el
autor utiliza un narrador onmiciente que está situado a una distancia prudente
del protagonista, llamado por el narrador “improvisado
cronista”, lo que otorga la autoridad de la objetividad.
El tono de la
voz del narrador no sufre de apasionamiento ni de exaltaciones lo que redunda
en el juicio objetivo que pretende ofrecer, muy al contrario del cronista que
escribe su “Verdadera historia de la
conquista de Nicaragua” basada en acontecimientos que él nunca presenció y
motivado por el interés de salir de la cárcel.
El narrador
usa palabras como “relación”, “fojas” o la frase “dadme pan” que son propias del castellano del siglo XVI, sin
embargo, en general, el lenguaje que utilizado es categóricamente distinto al
castizo lo que pone en evidencia la profunda diferenciación entre el cronista
y el narrador del cuento.
El diseño del
cuento es muy similar al de la caja china porque contiene una crónica
dentro de otra y la próxima da lugar a
otra distinta: empieza con la crónica de la llegada de Pedrarias a Castilla de
Oro; esta contiene la crónica sobre Nicaragua tomada de Francisco López de Gómara
y dentro del mismo párrafo de López de Gómara aparece la crónica del Fray
Bartolomé de las Casas contenida en una carta de relación fechada el día 16 de
junio de 1523.
Bravo señala
en diversas oportunidades el carácter improvisado del cronista lo que pone en
entredicho la veracidad de la crónica de Baltasar Bermejo de Peñafiel.
La aparición
de Miguel de Cervantes en el cuento acusa
la validez literaria de la crónica, no así la historia que se ve
seriamente cuestionada al ubicar al cronista en una celda, muy lejos de
escenario de la conquista.
Alejandro
Bravo presenta de esta forma una manera muy singular de criticar la historia oficial
que se desprende de las relaciones y crónicas, así como la autoridad en cuanto
a la consideración de fuentes históricas que estos poseen.
CONCLUSIÓN
Tanto Aguilar,
como Chávez y Bravo revierten el significado de la historia a través de sus
obras literarias. La ficción permite que
en “La niña blanca y los pájaros sin pie”
hablen las mujeres indígenas del continente, eternas ausentes de los textos
históricos. En “Bufa de cuchillos” el lector puede asistir al horror sufrido por
Darío en los últimos momentos de su vida de los que solo ha quedado como
testigo una fotografía y que Lizandro Chávez ha recreado magistralmente, En “El
cronista” se pone en tela de duda la objetividad de los cronistas de
Indias, cuyos trabajos históricos casi siempre estuvieron motivados por
intereses personales ligados a asuntos económicos.
Los textos
literarios de estos tres escritores contribuyen a la reflexión acerca de
nuestra historia y de nuestra identidad de mestizos. Cumplen la función social de “imaginar el pasado para recordar el futuro”
que Carlos Fuentes ha señalado con tanta precisión.
Muy por el
contrario a la realidad de la modernidad europea, donde se ha pronosticado el
deceso de la novela, en Hispanoamérica la novela es una entidad vigente en el
ámbito de la cultura y sus posibilidades, aún no están agotadas.
BIBLIOGRAFIA
1.- Anderson Imbert, Enrique. “Formas en la novela contemporánea”. TEORÍA DE LA NOVELA. Edición de Agnés y
Germán Gullón. Madrid: TAUROS, 1974
2.- Arellano, Jorge Eduardo. DICCIONARIO DE AUTORES NICARAGÜENSES. Managua:
Biblioteca Nacional “Rubén Darío”, 1994
3.- Chávez Alfaro, Lizandro. SANTO Y SEÑA (Testimonio para un taller
sobre “Vino de carne y hierro”)
s.p.i.
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Cultura Económica, 1992
5.- Kundera, Milán. EL ARTE DE LA NOVELA. Barcelona:
Tusquets Editores, S.A., 1987
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Y DESARROLLO DE LA NOVELA NICARAGUA. 1893-1977
Universidad de Meryland, 1989.
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NIÑA BLANCA Y LOS PAJAROS SIN PIES” DE
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8.- Ruiz Luna, Jorge. LA FICCIONALIZACION DE LA HISTORIA DE ALEJO
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9.- White, Hayden. METAHISTORIA.
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